La novia de Culiacán, una misionera de paz
Ataviada con un largo vestido blanco, un tocado de novia en el cabello, un crucifijo sobre el pecho y unos lentes oscuros para proteger su rostro de los intensos rayos del sol, una mujer recorre las calles del Centro Histórico de Culiacán, Sinaloa. No es una novia abandonada en el altar, tampoco es una mujer desquiciada; ella es una misionera con un mensaje de paz. Se llama Guadalupe Leyva Flores, pero le dicen Lupita, la novia de Culiacán. Ella se convirtió en leyenda hace más de 70 años. Décadas más tarde, María Romero, una artista visual sinaloense, resignificó este personaje que guarda un profundo arraigo entre los culichis que conocieron su andar en la segunda mitad del siglo pasado. Cada 22 de diciembre, María se pone un vestido blanco de novia como el de Lupita y recrea su recorrido. El caminar se llama Novia de Culiacán, y cuenta la historia de una mujer sinaloense que todos los días acudía vestida de blanco a la primera misa del día en la Catedral de Culiacán. Por años, Lupita deambuló por las calles con una misión que, ella decía, le encomendó la Virgen de Guadalupe: recuperar los valores perdidos de la ciudad. “Es un homenaje a ella, pero también a mi madre Amalia. Es una celebración a la memoria histórica de la ciudad y a la mujer sinaloense. No somos buchonas y no somos ‘Reinas del sur’; no somos eso. Hay una parte en esta conformación como sociedad, es una parte, pero no somos eso”, enfatiza. La pieza artística ha tenido transformaciones a lo largo de los años. En su primera etapa, iniciada en 1995, ella realizaba sola el recorrido de Lupita, pero a partir de 2015, lo ha llevado a cabo rodeada de decenas de mujeres con diferentes historias de vida que protagonizan sus propias misiones de paz. Se le han sumado feministas, madres que buscan a sus hijos desaparecidos, familiares de víctimas de asesinatos y feminicidios, profesionistas, amas de casa y otras mujeres que sólo desean ponerse un vestido de novia por el mero placer y libertad de hacerlo. Es un acto de empoderamiento, asegura la artista. “Esta propuesta es una pasarela en la que una vez al año las mujeres pueden salir a la calle, ponerse un vestido de novia nomás porque les da su chingada gana”, sentencia. Uno de los objetivos de la pieza artística de María es recuperar lo que la violencia ha invisibilizado: la memoria de un municipio con 493 años de historia y grandes aportes a la cultura, las artes, el deporte y la vida política del país. Por ello, María traza el recorrido de La novia de Culiacán a través de las principales calles del Centro Histórico. Las mujeres vestidas de novia caminan por los alrededores de la Catedral, atraviesan el mercado municipal, pasan por el edificio de rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa, visitan la Escuela Libre de Derecho y recorren la Plazuela General Antonio Rosales. El trayecto lo realizan acompañadas por tubas, trombones y tamboras de banda sinaloense, uno de los símbolos de la entidad. “Hacer La novia de Culiacán para mí significa celebrar nuestra memoria histórica, hablar de nuestras mujeres poetas, de nuestros literatos; los artistas, los deportistas, de un montón de personajes maravillosos que tenemos en Sinaloa y, de repente, todo aparentemente se ha reducido a esta estigmatización del crimen”, reclama. Este diciembre 22, María realizará el recorrido número 29 en una ciudad colapsada por la violencia. Una etapa a la que los culichis le han llamado “narcopandemia” debido al encierro forzado, la caída económica y la dificultad para realizar actividades cotidianas. La artista confiesa que amigos y familiares le pidieron suspender el recorrido este año, pero ella se ha negado. Está convencida de que el gobierno tiene la obligación de garantizar la seguridad pública, pero también cree que a la sociedad le toca recuperar sus espacios. “La novia…
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